Balance 2025 y estrategias para 2026

Después de un 2025 marcado por altibajos en los mercados financieros, es momento de evaluar qué ocurrió con las principales clases de activos y cómo prepararse para 2026. A continuación, presentamos un resumen claro y directo para inversores, con los hechos más relevantes de 2025 y las perspectivas para el próximo año.

Renta variable: Acciones globales

Qué pasó en 2025: La renta variable global tuvo un muy buen desempeño en 2025. Las bolsas fuera de EE.UU. sorprendieron con subas en torno al 30% en dólares, superando por más de 10 puntos porcentuales el rendimiento del mercado estadounidense. Este fuerte repunte se atribuye a una mejora del sentimiento inversor desde niveles muy pesimistas, a una leve depreciación del dólar y a valuaciones atractivas fuera de EE.UU.. No obstante, Wall Street también cerró el año al alza gracias a ganancias corporativas sólidas (el S&P 500 aumentó alrededor de 15%) y al impulso de sectores ligados a nuevas tecnologías como la inteligencia artificial. En resumen, 2025 confirmó que el mercado alcista seguía intacto, con varios mercados alcanzando máximos históricos.

Perspectiva 2026: De cara a 2026, muchos analistas esperan un entorno más favorable para los activos de riesgo. Se prevé que la inflación continúe moderándose y que los bancos centrales comiencen a relajar sus políticas monetarias, lo cual sería un viento de cola para las acciones. Morgan Stanley Research, por ejemplo, recomienda sobreponderar acciones en el portafolio, con preferencia por activos de EE.UU., aprovechando una combinación inusual de políticas fiscal y monetaria expansiva sumada al boom de inversiones en tecnología (IA). Al mismo tiempo, otras visiones sugieren no descuidar mercados internacionales, ya que las acciones fuera de EE.UU. podrían seguir liderando gracias a valuaciones más bajas y nuevos catalizadores de crecimiento regional. En términos prácticos, posicionarse en renta variable para 2026 implica mantener una exposición significativa a bolsa, diversificada globalmente, haciendo énfasis en sectores con buenas perspectivas (tecnología, industria, consumo básico, etc.) y privilegiando empresas de calidad. La clave es estar invertido en el mercado accionario aprovechando el potencial de apreciación, pero siempre dentro de una cartera equilibrada según el perfil de riesgo de cada inversor.

Renta fija: Bonos

Comportamiento en 2025: La renta fija atravesó un 2025 desafiante pero con señales de estabilidad hacia el final. Las tasas de interés se mantuvieron en niveles altos durante gran parte del año debido a la lucha de los bancos centrales contra la inflación, lo que limitó las ganancias de capital en los bonos. Sin embargo, ya hubo indicios de mejora: en algunas regiones comenzaron recortes de tasas antes de lo previsto (por ejemplo, Europa redujo tipos de interés en 2025, facilitando un repunte en ciertos segmentos de bonos). En términos generales, los precios de los bonos dejaron de caer y se estabilizaron a medida que la inflación dio tregua y los inversionistas empezaron a anticipar el fin del ciclo de alzas de tasas. Muchos bonos soberanos y corporativos terminaron 2025 ofreciendo cupones atractivos (las tasas más altas en años), lo que realzó el interés de los inversores por la renta fija de calidad como fuente de ingresos estables.

Oportunidades y riesgos para 2026: En 2026 el panorama para los bonos luce mixto. Por un lado, si la Reserva Federal de EE.UU. y otros bancos centrales efectivamente comienzan a bajar las tasas de referencia, los rendimientos de los bonos podrían disminuir y, en consecuencia, los precios de los bonos subirían. De hecho, se anticipa que los bonos gubernamentales –especialmente los del Tesoro de EE.UU.– registren un rally en la primera mitad de 2026, a medida que la política monetaria pase de la restricción anti-inflacionaria a una fase de normalización. Morgan Stanley proyecta que el rendimiento del bono del Tesoro a 10 años podría caer a mediados de año conforme la Fed recorta tasas, para luego repuntar y cerrar 2026 apenas por encima del 4%. Esta posible baja inicial de yields brindaría una ventana para capturar ganancias en bonos de largo plazo, aunque hacia la segunda mitad del año habría que ser más cauteloso, ya que una economía resiliente podría volver a presionar al alza las tasas. Además, se espera una emisión abundante de bonos corporativos en EE.UU. y Europa para financiar la enorme inversión en infraestructura de IA y fusiones/adquisiciones, lo que podría aumentar la oferta y limitar las subidas de precio de los bonos de alta calificación. En síntesis, recomendamos mantener una exposición balanceada en renta fija: privilegiar bonos gubernamentales y corporativos grado de inversión (de emisores sólidos) para aprovechar las tasas actuales, pero gestionando cuidadosamente la duración (plazo) y preparándose para posible volatilidad en los rendimientos. Los bonos seguirán cumpliendo su papel defensivo en la cartera, amortiguando caídas de la bolsa, pero la selección de emisiones de calidad y plazos adecuados será crucial en 2026.

Oro y commodities

Balance 2025: El oro brilló con fuerza en 2025, cumpliendo su rol tradicional de activo refugio. El precio del oro se disparó más de 50% en el año, registrando múltiples máximos históricos –superó los US$4.300 la onza en octubre– antes de una leve toma de ganancias hacia fin de año. Este repunte espectacular se vio alimentado por varios factores: la incertidumbre geopolítica creciente (que llevó a muchos inversores a buscar la seguridad del oro), expectativas de que las tasas de interés finalmente empezarían a bajar (reduciendo el costo de oportunidad de mantener oro) y compras récord por parte de bancos centrales y fondos respaldados en oro (ETFs), atraídos por la necesidad de diversificar reservas. En paralelo, otras materias primas tuvieron desempeños mixtos. Los metales preciosos en general acompañaron la subida del oro: la plata, por ejemplo, marcó un récord histórico por encima de US$49 la onza tras subir ~70% en el año, e incluso superó la performance del oro. El platino y el paladio también registraron alzas anuales extraordinarias (84% y 60% respectivamente al inicio de Q4) gracias a este apetito por activos reales como resguardo. En cambio, commodities ligados al ciclo económico mostraron resultados más moderados: el petróleo crudo Brent se mantuvo en un rango relativamente estable; de hecho, se estima que promedió cerca de US$68 por barril en 2025, sin los picos extremos vistos en años anteriores. La abundancia de oferta y un crecimiento global más lento contuvieron los precios del crudo, e incluso se proyecta un descenso adicional del petróleo hacia US$60 en 2026 (su nivel más bajo en cinco años, según el Banco Mundial) por la expectativa de un exceso de producción sobre la demanda. En suma, durante 2025 los commodities cumplieron un papel dual: el oro y metales preciosos sirviendo de seguro frente a la volatilidad e incertidumbre, y las materias primas industriales/energéticas reflejando la dinámica de desaceleración económica y ajuste de los desequilibrios de oferta.

Perspectivas y rol patrimonial: Mirando a 2026, el oro y las commodities en general seguirán siendo componentes importantes para la diversificación del portafolio, aunque con expectativas diferenciadas por tipo de activo. En el caso del oro, muchos observadores prevén que se mantenga en valores elevados e incluso podría lograr nuevas subas si continúan las condiciones actuales. Por ejemplo, Morgan Stanley estima que la onza de oro podría llegar a US$4.500 hacia mediados de 2026, respaldada por la sólida demanda de inversionistas (vía ETF) y bancos centrales en un contexto económico todavía incierto. No obstante, después de la impresionante racha alcista del último año, es prudente esperar también volatilidad: precios tan altos podrían generar correcciones si mejorara el apetito por riesgo y los inversores decidieran rotar hacia otros activos, o si algunos bancos centrales reducen sus reservas de oro inesperadamente. Por ello, mantenemos una visión constructiva pero cautelosa: el oro sigue siendo un seguro en la cartera (protege contra eventos extremos e inflación), pero dada su fuerte apreciación, no conviene sobre-exponerse. En cuanto a otras materias primas, no se anticipa un repunte generalizado espectacular en 2026 a menos que surjan shocks imprevistos. El petróleo probablemente oscile en niveles moderados o ligeramente inferiores a los actuales si, como se espera, la oferta supera a la demanda y las tensiones geopolíticas no escalan. Metales industriales (como cobre, litio, etc.) podrían beneficiarse de la transición energética y planes de infraestructura, pero su desempeño dependerá de la actividad económica en China y otras grandes economías. Desde una óptica patrimonial, recomendamos mantener una participación moderada de commodities en el portafolio. Estas inversiones aportan diversificación y cobertura contra la inflación de largo plazo, pero su alta volatilidad y dependencia de factores externos (clima, conflictos, decisiones de organismos como OPEP, etc.) implican que deben ocupar un lugar complementario, no central, en la estrategia. En síntesis, el oro y las commodities funcionan como póliza de seguro: valiosas para proteger y diversificar, pero no para apostarlo todo a ellas.

Criptomonedas

Evolución reciente (2025): El mercado de criptomonedas volvió a estar en el centro de la escena en 2025, mostrando su carácter altamente volátil. Durante la primera mitad del año, Bitcoin y otros criptoactivos experimentaron una fuerte recuperación. La principal criptomoneda alcanzó nuevos máximos históricos: en agosto 2025, el precio de bitcoin superó los $120.000 dólares por unidad por primera vez. Este rally fue impulsado por varios factores coincidentes: crecientes apuestas a que la Reserva Federal pronto bajaría las tasas (lo que incentiva la búsqueda de activos de mayor riesgo), un flujo constante de compras institucionales, y un panorama regulatorio más favorable en EE.UU. tras cambios implementados durante el año. De hecho, bajo la nueva administración estadounidense se adoptaron medidas pro-cripto (el propio presidente llegó a autodenominarse el "presidente crypto"), incluyendo reformas que facilitaron la inversión en activos digitales –por ejemplo, se allanó el camino para incluir criptomonedas en planes de retiro 401(k)– lo cual generó un entorno de mayor aceptación. Todo esto se tradujo en un renovado entusiasmo: el valor total del mercado cripto se disparó, duplicándose aproximadamente de ~US$2,5 billones en noviembre 2024 a más de US$4 billones a fines de 2025. Sin embargo, esta euforia no estuvo exenta de sobresaltos. Hacia el último trimestre del año, el sentimiento dio un giro a la cautela y vimos una corrección severa en los precios. Entre octubre y noviembre, Bitcoin retrocedió cerca de un 30% desde su pico, borrando todas las ganancias acumuladas en el año. Llegó a caer por debajo de los $90.000 (mínimo de 7 meses) antes de estabilizarse en torno a $93.000. En total, se esfumaron aproximadamente US$1,2 billones del valor de mercado de todos los criptoactivos en unas seis semanas de ventas masivas. Esta brusca reversión puso de manifiesto nuevamente la extrema volatilidad de esta clase de activo: la confianza puede esfumarse con notable rapidez cuando cambian las condiciones. Los factores que precipitaron la caída incluyeron dudas sobre la magnitud y velocidad de futuros recortes de tasas en EE.UU. junto con un mayor nerviosismo general en los mercados (mayor aversión al riesgo) tras una larga racha alcista. Muchos inversores institucionales y traders aprovecharon de hecho para salir y tomar ganancias, exacerbando la baja. En resumen, 2025 fue un año de montaña rusa para las criptomonedas –con subidas espectaculares seguidas por caídas abruptas–, reafirmando que se trata de activos especulativos de alta volatilidad.

Visión a corto y mediano plazo: A corto plazo, mantenemos una postura prudente respecto a las criptomonedas. El reciente episodio de volatilidad nos recuerda que, aunque el potencial de rentabilidad es alto, los riesgos en este mercado siguen siéndolo igualmente. De cara a inicios de 2026, es posible que veamos cierta recuperación técnica tras la corrección de fines de 2025, apoyada por las expectativas de políticas monetarias más laxas y por novedades positivas (por ejemplo, lanzamientos de ETFs de bitcoin al contado u otras señales de adopción mainstream). No obstante, el sentimiento de riesgo general será determinante: si persiste un clima de cautela en los mercados, las cripto podrían mantenerse bajo presión, ya que los inversores tienden a reducir exposición a activos volátiles en entornos inciertos. Por el contrario, si el apetito por riesgo regresa, no sería extraño ver a bitcoin y las principales altcoins retomar una senda alcista, aunque probablemente de forma más contenida que el boom de principios de 2025. A mediano plazo, la visión estructural sobre el sector cripto es de optimismo mesurado. Por el lado positivo, la tecnología blockchain continúa avanzando (con casos de uso más claros en finanzas, contratos inteligentes, NFTs, etc.) y la infraestructura alrededor de las criptomonedas es cada vez más robusta; además, la regulación más clara en mercados clave podría atraer a inversores institucionales que antes se mantenían al margen. Esto sugiere que las cripto podrán ir ganando un lugar más estable dentro del ecosistema financiero global. Sin embargo, no debemos olvidar que siguen siendo activos jóvenes, propensos a ciclos extremos de boom y bust. La lección de 2025 es aleccionadora: incluso con mayor adopción, eventos macroeconómicos o cambios de confianza pueden disparar oscilaciones de dos dígitos en muy poco tiempo. En consecuencia, desde BANEF aconsejamos manejar las criptomonedas como una apuesta acotada dentro del portafolio: para quienes tengan interés en este ámbito, podría tener sentido una exposición minoritaria (por ejemplo, <5% del patrimonio total, dependiendo del perfil), siempre con horizonte de largo plazo y estando dispuesto a tolerar una alta volatilidad. Las cripto pueden aportar diversificación y potencial de alta rentabilidad, pero nunca deben comprometer la salud financiera general del inversor. El enfoque recomendado es prudencia y diversificación: participar del potencial crecimiento del mundo cripto, pero sin poner en riesgo la solidez del patrimonio.

Inversiones inmobiliarias

Situación 2025: El sector inmobiliario continuó ajustándose en 2025 a la nueva realidad de tasas de interés altas. Los fuertes incrementos de tasas entre 2022 y 2023 encarecieron significativamente los créditos hipotecarios, enfriando la demanda de propiedades y presionando a la baja los precios en varios mercados. Durante 2025 se observó una especie de “piso” o estabilización: la mala noticia es que los precios de las viviendas ya no subieron al ritmo acelerado de años anteriores, pero la buena es que tampoco vimos caídas dramáticas en la mayoría de los casos, sino más bien una pausa en el crecimiento mientras compradores y vendedores se ajustaban a las nuevas condiciones. En mercados inmobiliarios desarrollados, los valores se movieron poco: en EE.UU., por ejemplo, se estima un aumento modesto de apenas 3% en el precio medio de las viviendas durante 2025 (muy por debajo de la inflación en la primera mitad del año, lo que implica una leve caída en términos reales). Hubo también segmentos con ligero descenso de precios, sobre todo en propiedades de alto valor donde la suba de tasas impactó más la asequibilidad, y en ciertos mercados comerciales (oficinas en grandes ciudades, que siguen lidiando con la baja ocupación post-pandemia). Aun así, no podemos hablar de una crisis inmobiliaria: la oferta de viviendas siguió relativamente limitada en muchas regiones y el empleo robusto mantuvo cierta base de demanda. Hacia finales de 2025, el sector dio señales de haber superado la fase de repricing (revaluación a la baja) causada por las tasas altas. De hecho, con la tasa de interés de la Fed habiendo tocado techo en 2024 y empezando recortes graduales, se observó un repunte en la actividad de compraventa inmobiliaria durante 2025. Es decir, a medida que quedó claro que las cuotas hipotecarias no subirían mucho más –incluso bajando ligeramente en algunos casos–, compradores precavidos volvieron al mercado y se concretaron operaciones que habían estado en pausa. En suma, 2025 fue un año de transición para el real estate: el mercado emergió del ciclo de ajuste de valor inducido por las tasas altas, aunque todavía enfrentando inflación relativamente persistente y ciertas incertidumbres económicas que nublaron un poco el panorama.

Perspectivas 2026 y rol en la cartera: Para 2026, el consenso es que el mercado inmobiliario retome una senda de crecimiento suave. No se anticipa un boom explosivo (dado que las tasas, si bien bajarán algo, seguirán en niveles moderadamente altos en términos históricos), pero sí una mejoría gradual en la demanda y en los precios de las propiedades. Por ejemplo, la Asociación de Realtors de EE.UU. proyecta un aumento aproximado de 4% en el precio medio de la vivienda en 2026, luego del 3% estimado en 2025. En la misma línea, otras economías desarrolladas podrían ver subas anuales por debajo del 5%. Esta expectativa se basa en que, con una posible baja de tasas de interés hacia la segunda mitad de 2026 (la Fed podría reducir la tasa de referencia a ~3% para fines de 2026 según algunos análisis), las condiciones crediticias serán un poco más holgadas, facilitando la compra de inmuebles para vivienda e inversión. Dicho esto, persisten algunos riesgos y consideraciones: la inflación subyacente aún relativamente elevada podría mantener los costos financieros más altos de lo deseado, y en ciertas regiones la sobreoferta en segmentos específicos (viviendas de lujo, oficinas comerciales) tardará en absorberse. De hecho, líderes del sector indican que los principales factores de vigilancia para 2026 son las tasas de interés y el crecimiento económico/ingresos, ya que de ello depende en gran medida la capacidad de pago y la confianza de los compradores. Un descenso sostenido de las tasas seguramente daría un impulso a la valorización de las propiedades, mientras que si la inflación se resiste a bajar, los bancos centrales podrían pausar los recortes y prolongar la “niebla” de incertidumbre sobre el sector. En términos patrimoniales, el ladrillo mantiene su rol central como componente de largo plazo en la riqueza de las personas. La propiedad inmobiliaria, ya sea vivienda, locales o terrenos, ofrece ventajas difíciles de replicar con otros activos: genera renta periódica (alquileres), tiende a revalorizarse con el tiempo siguiendo (superando a veces a la inflación), y representa un activo tangible que sirve de resguardo en épocas turbulentas. Por supuesto, también tiene contrapartidas como su baja liquidez y altos costos de entrada/mantenimiento, pero correctamente utilizada, aporta estabilidad y diversificación a un portafolio. Nuestra recomendación para 2026 es mantener o aumentar ligeramente la exposición inmobiliaria, aprovechando oportunidades selectivas que puedan aparecer mientras las tasas se vayan moderando. Para quienes ya poseen inmuebles en su patrimonio, conviene revisar la rentabilidad de los alquileres (que han subido en muchos lugares a la par de la inflación, mejorando los rendimientos sobre el valor de la propiedad) y considerar refinanciar deudas hipotecarias a tasas más bajas si el mercado lo permite hacia finales de 2026. Para quienes buscan entrar o ampliar posiciones, 2026 puede presentar un buen punto de entrada gradual, antes de que las tasas más bajas reaviven por completo la competencia de compradores. En definitiva, el real estate debe seguir siendo uno de los pilares de la estrategia patrimonial, como activo de perfil conservador que equilibra la volatilidad de otros instrumentos financieros.

Conclusión: Construyendo un portafolio diversificado rumbo a 2026

Tras repasar cada clase de activo, queda claro que la diversificación y la flexibilidad serán esenciales al armar o ajustar el portafolio de inversión de cara a 2026. Cada activo –acciones, bonos, oro, criptomonedas, inmuebles– cumple un rol específico, y el entorno posterior a un 2025 lleno de contrastes presenta tanto oportunidades como desafíos. En BANEF sugerimos encarar 2026 con una estrategia equilibrada pero proactiva:

  • Sobreponderar activos con mejor proyección: Las perspectivas económicas y de mercado favorecen mantener una porción significativa en renta variable de calidad, ya que se espera que las acciones continúen generando rendimientos atractivos apoyadas por la mejora del ciclo (con tendencia a tasas de interés más bajas y ganancias corporativas en alza). De hecho, muchas firmas internacionales aconsejan elevar el peso de la renta variable respecto a 2025. Sin descuidar la diversificación geográfica, se puede hacer hincapié en sectores líderes (tecnología, salud, consumo estable) y equilibrar entre exposición global y local según las oportunidades detectadas.

  • Mantener renta fija como ancla de estabilidad: Los bonos, especialmente los de alta calidad crediticia, deben seguir siendo el colchón de seguridad del portafolio. En 2026 ofrecen doble atractivo: cupones elevados (gracias a las tasas actuales) y potencial de apreciación si las tasas bajan. La estrategia podría ser mantener una asignación neutral en renta fija (es decir, en línea con el perfil objetivo de cada inversor), enfocada en deuda soberana y corporativa grado de inversión con duraciones manejables. Así, los bonos aportarán ingresos recurrentes y protección en caso de volatilidad de la bolsa.

  • Posiciones tácticas en activos alternativos (oro, cripto, inmuebles): Es aconsejable subponderar ligeramente aquellos activos cuyo potencial 2026 luce más limitado o incierto, como ciertos commodities o el efectivo ocioso. Sin embargo, esto no implica excluirlos: una exposición moderada a oro u otros commodities puede funcionar de hedge ante eventuales shocks inflacionarios o políticos. Del mismo modo, mantener una pequeña participación en criptomonedas (solo para quienes comprendan y acepten su volatilidad) podría generar valor si el sector repunta, pero siempre como apuesta acotada y de largo plazo. En cuanto a inmuebles, su peso en el portafolio depende de la situación personal pero incorporar inversión inmobiliaria (directa o vía vehículos de inversión especializados) añade una capa de diversificación y estabilidad muy valiosa. En todo caso, conviene revisar que la liquidez total de la cartera sea suficiente: aunque bienes raíces y activos privados suman solidez, también inmovilizan capital, por lo que hay que balancearlos con activos líquidos para poder responder a necesidades o aprovechar oportunidades.

En resumen, 2026 se perfila como un año de rebalanceo inteligente más que de cambios drásticos. El 2025 nos enseñó que los mercados pueden sorprender al alza y a la baja, y por eso es vital entrar al nuevo año con un portafolio robustecido pero ágil. Robustecido en el sentido de bien diversificado –capaz de resistir distintos escenarios–, y ágil en cuanto a que podamos ajustar tácticamente si las condiciones cambian. La meta final es proteger, organizar y potenciar el patrimonio de forma integral, alineada con los objetivos de largo plazo de cada persona. Manteniendo un enfoque disciplinado y sin lenguaje técnico innecesario: no se trata de adivinar el mercado, sino de prepararse para él. Revisar las asignaciones actuales, recortar excesos (por ejemplo, demasiado efectivo sin invertir, o exceso de exposición a un solo activo) y realinear la cartera hacia esta estrategia diversificada ayudará a transitar 2026 con confianza.

Como siempre recalcamos en BANEF, la mejor decisión patrimonial es aquella informada, consciente de los riesgos, y adaptada a la realidad personal. Con las acciones globales ofreciéndonos crecimiento, los bonos brindando estabilidad, el oro actuando de seguro, las criptomonedas aportando potencial (con riesgo) y los inmuebles cimentando el largo plazo, un portafolio bien balanceado permitirá aprovechar las oportunidades de 2026 sin perder de vista la protección del capital. Ese es el camino para que nuestros clientes puedan tomar decisiones financieras sólidas y mantener su patrimonio en la dirección correcta.

Fuentes: Análisis de BANEF con datos de Morgan Stanley, J.P. Morgan, Reuters y otros informes de mercado. Todas las proyecciones están sujetas a incertidumbre y se mencionan sólo con fines informativos, no como garantía de rendimiento futuro. Cada inversor debe evaluar su situación particular antes de hacer cambios en su cartera.